
¿Cómo es, me has preguntado, este lugar que ocupo?
No es ningún agujero en medio del espacio;
es un pequeño espacio rodeado de vacío
En él, una baldosa o dos, muy poca cosa,
estoy tratando de mantener el tipo:
una incierta, más bien descuidada
elegancia en las maneras,
la sonrisa en los labios,
espontánea, dispuesta,
y la palabra fácil después de los silencios
demasiado esporádicos.
Alguna vez lejana, hace un montón de tiempo,
cabalgué en cuatro patas,
me arrastré como pude,
fui izado hasta los cielos
por dos brazos muy fuertes
y un calor conocido que supuse paterno.
Crecí como se crece:
lentamente, hacia arriba
(ensanchar los costados tiene diversos nombres;
ninguno crecimiento)
y a medida que el suelo iba quedando lejos
le temí a las caídas y se engordó el recelo;
por miedo a tropezar me aferré a lo estable
y cometí el pecado del arrepentimiento.
Mi espacio no ha crecido; es imposible, dicen,
hacer crecer lo ajeno.
El otro, el circundante,
agranda sus fronteras, engrosa su jactancia,
va devorando aquello que antes me rodeaba.
Más tarde o más temprano deseará verme lejos,
pedirá para sí nuevamente
esa parcela mínima por un tiempo alquilada,
disolverá mi historia.
Sin gastar ni un adiós con tan vulgar presencia,
borrándome del mapa
me volverá pretérito.