Monday, May 30, 2011

FIN DE TRAYECTO



Desde atrás del mostrador,
con poca simpatía y un obligado toque de eficiencia,
la muchacha pregunta sin pasión alguna
por el código de identificación de su reserva.
"C de Casa, M de Mamá",
responde el que me acompaña sin dudar ni un solo instante,
para después seguir diciendo:
"Erre"
"¿Cómo?" (la empleada no lo entiende)
"Erre de Ramón", repite ufano
y termina su alfabético espiche
recitando algunos pocos números que no vienen al caso.

Estoy a su lado y lleno de tristeza inconsolable
por la apabullante verificación de aquello que
por infortunada suerte todo yo sospechaba y mi cuerpo sufría,
(escozor en las tripas,
agujas en los pies,
gotas de aceite hirviendo sobre la fina piel de mis encías),
cual David sin honda ni Goliath,
cual Gioconda sin marco,
contenido, galante, para mí y hacia adentro,
suavemente, sonrío.

Mi aniñado caballero andante,
mi príncipe de celeste envergadura,
el jinete embozado y fantasioso
con pies de silicato de magnesio
y manos de seráfica estructura,
no se atrevió a pronunciar "Retorno"
ni "Regreso",
tampoco "Renunciar"
o "Reincidencia".
¿Será que su inconsciente algo maltrecho
(buchón sin contenciones, delicado palomo malherido)
no pudo soportar el ensordecedor estruendo
de las anteriores evidencias?