Sunday, July 29, 2012

los hijos de papel



los hijos que no tuvimos,
aquellos que nunca soñamos tener,
hijos imposibles de un amor sin descendencia,
retratos de papel disueltos en el agua clorada
de los sanitarios,
en los laberintos sucios de las tuberías,
en el voraz vértigo de los sumideros,
esquirlas de un amor que explotó sin más,
translúcido fuego de artificio festejando el deseo
consumido al unísono,
frutos incorpóreos de una reflexión
con impreciso punto de partida
y ningún destino cierto,
producto desbocado de nuestro pensamiento
en la paz algodonosa, momentánea,
en el húmedo descanso transitorio después
de las batallas habituales
-sin rastros de sangre sobre nuestras carnes,
aunque jamás incruentas-
esos pobres niños sin nombre ni apellido,
despojados de pilas bautismales,
de fiestas y padrinos,
nos persiguen por las calles jugando al escondite
con nuestros irremediables, frívolos,
estúpidos remordimientos
-los sentimientos trastocados
por el duelo silencioso de esas muertes prematuras,
previas-
y mientras aúllan la tristeza de su no nacimiento,
usan nuestro corazón como bayeta
para limpiar sus culpas,
saltan desde la inocencia de su limbo inexistente
sobre las rayuelas desteñidas,
rotas, 
de un pasado pisado con trajinado aliento.   

Atraviesan los ocho o nueve pasos del infierno
sin alcanzar jamás el cielo

Dante Bertini
Junio/julio de 2012, Barcelona
Ilustración de Mark Rydell

Thursday, July 12, 2012

Rafael el Amargo, un retrato


Hace algunos años lo vi bailar en un teatro de Barcelona. 
Me impresionó su estampa, clásica y moderna a la vez, y también la fuerza que ponía en sus interpretaciones. 
Al llegar a casa escribí lo que sigue, guardándolo desde entonces en un cajón virtual de mi ordenador. 
Por estos días, una conocida anunció por la red su encuentro amoroso con este hombre. 
Pasaron los años y quizás hoy mismo no escribiría lo que escribí aquella madrugada, sin embargo vale la pena como recuerdo de un momento que ya fue, de otro verano.

Camisa blanca y pantalón estrecho,
cadena gruesa sobre el pecho recio
-varón gitano de aceitunados óleos-
se lanza al escenario, Rafael, sin redes:
jugando como un ciego con el vértigo,
abriendo espacios vivos, jardines y marismas
donde sólo había silencio, oscuridad y silencio.
Danzante intrépido al filo del abismo,
navaja, piedra, raza y movimiento,
en un instante quiebra la cintura,
gira los brazos, los dedos, la cabeza
y es hembra maga que cuenta sin palabras
mil y una noches de insomnio acariciante,
de tiernos satenes y mullidas almohadas,
de cobijadora somnolencia.
Otro segundo más y el niño asoma
buscando la mirada complacida
de aquel bosque, duna, playa, mar, océano,
quieto paisaje de ojos que lo enfrentan 
para observarle el alma que lo llena.
Criatura en la orilla del océano,
pájaro frágil meciéndose en lo alto de la rama,
no sabe si merece aquel aplauso que recibe
aunque sabe muy bien cuánto lo aguarda.

Rafael no corta el aire,
lo acaricia,
trenza con él amor y disensiones,
soledad y encuentros,
presentes y añoranzas.
Si baila Rafael, la vida se pregunta:
“¿Qué estoy haciendo aquí, tan sosegada?”

Rafael,
Rafael,
tres veces Rafael.
De amargo, nada.

Dante Bertini, BCN (algún año de los primeros 2000)
Es parte de un libro de retratos aún no publicado.